El ahorro de energía empieza en casa

(22/05/2009)

La portada del Nacional Geographic del mes de junio corresponde a este artículo, y nos puede dar ideas sobre cómo ir adaptando nuestra conducta habitual hacia costumbres más respetuosas con el medio ambiente. Podemos además, ver cómo estos cambios repercuten en nuestra economía familiar.

Como dice el artículo, el cambio puede ser progresivo, poco a poco. No tenemos por qué cambiar nuestros hábitos de golpe, pero si podemos ir introduciendo pequeñas modificaciones en nuestra manera de hacer las cosas, siempre que uno esté dispuesto a ello.

Ofrece datos y cifras tanto en términos económicos como de emisiones de CO2 de nuestras acciones cotidianas.

El artículo comienza así:

Un periodista de National Geographic y su mujer junto con otras dos familias se someten a una «dieta energética» e intentan modificar sus hábitos cotidianos en beneficio de un consumo más responsable. Por Peter Miller; fotografías de Tyrone Turner.

Hace poco, mi mujer, PJ, y yo probamos una nueva dieta, pero no para perder peso, sino para responder a una pregunta que nos preocupaba sobre el cambio climático. Informes científicos recientes indican que el mundo se está calentando aún más deprisa de lo que se preveía hace unos años, y que las consecuencias podrían ser graves si no reducimos las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero, ¿qué podemos hacer nosotros individualmente? Y mientras las emisiones de China, la India y otros países en desarrollo aumentan vertiginosamente, ¿servirán de algo nuestros esfuerzos? Decidimos hacer un experimento. Durante un mes, llevaríamos el recuento de nuestras emisiones de dióxido de carbono (CO2) como si contáramos calorías. Queríamos averiguar cuánto podíamos reducirlas, así que nos pusimos a régimen. Una familia media estadounidense produce unos 70 kilos de CO2 al día haciendo cosas corrientes, como encender el aire acondicionado o desplazarse en coche. Esa cifra es más del doble que la media europea y casi cinco veces la media mundial, sobre todo porque los estadounidenses usamos más el coche y tenemos casas más grandes. Era evidente que debíamos reducir nuestras emisiones, pero, ¿hasta qué punto?

Lea el artículo completo en la revista.

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